God of War, uno de los
videojuegos más famosos de PlayStation, fue lanzado al mercado un ya lejano 22
de marzo de 2005. El juego, que narra la trágica y sangrienta historia de
Kratos, héroe espartano al servicio de los dioses del Olimpo, resultó un
verdadero éxito desde el momento de su lanzamiento, por lo que el estudio Santa
Mónica se puso manos a la obra inmediatamente para dar vida a una secuela. Así,
en 2007, Sony Computer Entertainment presentó God of War II, que cosechó un éxito aún mayor que el de su
predecesor y demostró que la saga God of
War tenía un brillante futuro por delante. Tras God
of War II llegaron distintas precuelas como God of War: Betrayal, God of
War: Chains of Olympus, God of War:
Ghost of Sparta y el reciente God of
War: Ascension, además del
espectacular desenlace de la serie de videojuegos, God of War III.
Portada original de God of War,
para PlayStation 2.
Uno de los mayores atractivos de la saga God of War, junto con su intuitivo sistema de jugabilidad, la sorprendente
calidad del apartado gráfico y la emotividad de su banda sonora, fue sin duda
la grandeza de su argumento, unida estrechamente a la colorida temática
mitológica de cada una de sus entregas. Según sus desarrolladores, el objetivo
de God of War era emular las épicas
historias narradas por las películas más famosas del género péplum, como Jasón y los Argonautas (1963) o Furia
de titanes (1981). Así pues, personajes como los dioses olímpicos, la
terrorífica Medusa y otros elementos inolvidables de la mitología griega que
han aparecido hasta la fecha en tantas historias de Hollywood constituyeron un
ingrediente más que necesario en la construcción de las aventuras de Kratos. No
obstante, a pesar de que God of War triunfó
en su propósito de narrar una historia tan grande y épica como la mayor de las
epopeyas griegas, la saga de videojuegos ha resultado estar plagada de pequeñas
(y a veces enormes) incoherencias históricas y mitológicas. En esto, por lo
tanto, también emula a las películas en las que se inspiraron los creadores del
fantasma de Esparta, ya que el rigor histórico y mitológico nunca ha sido el
fuerte del cine.
Portada de Jasón y los Argonautas,
dirigida por Don Chaffey.
Por regla general, en la literatura de la Antigüedad, las increíbles
historias de la mitología griega parecen transcurrir en un pasado remoto y
fantástico, situado más allá de cualquier periodo histórico verídico. Sin
embargo, a pesar de la ambigüedad y los anacronismos que gobiernan los mitos
griegos, éstos pueden emplazarse sin lugar a dudas en un contexto histórico muy
concreto: el periodo de la Grecia micénica, una civilización varios siglos
anterior y muy diferente a la Grecia clásica conocida por todos. En esta Grecia
micénica no existían aún los famosos iconos de “lo griego” fácilmente
identificables hoy en día, como, por ejemplo, los cascos corintios con su
flamante penacho en forma de cepillo, los escudos circulares sostenidos con
firmeza por los 300 espartanos durante la batalla de las Termópilas o los
enormes templos de columnas de mármol y frontón triangular como el Partenón de
Atenas. Tampoco se usaba en esa época el alfabeto griego que hoy en día se
estudia en los institutos, pues los micénicos no hablaban ni escribían
exactamente la misma lengua que sus lejanos descendientes, los griegos de la
Antigüedad Clásica. Es decir, de haber existido Hércules, el héroe más famoso
de la mitología griega, éste en nada se parecería al típico soldado hoplita
armado con lanza y escudo con una letra griega que a todos nos viene a la mente
al pensar en un “griego antiguo”. Para entendernos, del mismo modo que para
nosotros las historias de vikingos o romanos presentan el encanto de una época
remota y pasada muy distinta de la nuestra, la época que describía la mitología
griega les parecía a su vez antigua y remota a los propios griegos del periodo
clásico.
Aspecto aproximado del auténtico armamento de
los guerreros micénicos. Sus escudos solían tener
forma de reloj de arena, mientras que algunos de sus
cascos llevaban los cuernos que, ya que nos ponemos
a despotricar, los vikingos jamás llevaron
salvo en contadas excepciones.
God of War participa del
mismo error que las demás películas y videojuegos ambientados en el mundo de la
mitología griega: mete en un mismo saco la Grecia clásica y la micénica,
situando en una misma e imposible época, por ejemplo, a Perseo y al famoso rey
Leónidas, entre los cuales transcurrieron al menos mil años, si no más, según
la mitología griega. Otro error atribuible a la saga de God of War es la equivocada representación de dioses y titanes en
cada una de sus entregas. En primer lugar, quizás debido a la cultura popular, el
gran Zeus es retratado como un anciano de barba blanca y voz áspera. En la mitología griega, sin embargo,
Zeus no era imaginado como un simple anciano, sino como un formidable rey guerrero
de mediana edad, con unas cejas y un cabello oscuros y una voz atronadora. Del
mismo modo, el dios del inframundo, Hades, es comúnmente representado como un
ser monstruoso y demoniaco,
pues, tratándose del rey del infierno, ¿qué otro aspecto podría tener? En la
mitología griega, no obstante, Hades era tan humano y apuesto como el propio
Zeus, ya que, aunque gobernaba el reino de los muertos y comandaba a los dioses
de las tinieblas, no formaba parte de su siniestra familia, sino que procedía
del resplandeciente linaje de los dioses olímpicos. De hecho, se le solía
llamar el “Zeus de abajo”.
Zeus, joven y con el pelo negro,
en una cerámica del siglo V a.C.
Tampoco eran monstruosos (ni tenían un tamaño gigantesco) los
poderosos titanes, quienes pertenecían a la misma raza de seres inmortales que
los dioses del Olimpo. De hecho, la palabra “titán” designa simplemente a
cualquier dios de la generación de Cronos, y no a un tipo diferente de criatura.
Fueron poetas como Ovidio quienes confundieron la apariencia de los titanes con
la de los monstruosos gigantes en sus obras, legándonos el adjetivo “titánico”
como equívoco sinónimo de “gigantesco”. Tampoco la diosa Gea tenía apariencia
de gigante como en God of War, pues
ni siquiera era un titán, sino el propio planeta Tierra, dotado de vida y
consciencia al igual que su consorte Urano, el cielo. Se puede encontrar también en la saga de God of War otra grave confusión similar a la de los titanes y los gigantes: en God of War III, el Caos es presentado como el desorden violento e incontrolable de los elementos de la naturaleza. Sin embargo, el Caos en la mitología griega es de hecho la nada, el vacío primordial en el que aún no existían ni siquiera la tierra y el cielo. Sería, de nuevo, mucho más tarde cuando los autores de la Antigüedad comenzaran a asociar la noción de caos al desorden.
Otro error nacido sin duda de la falta de documentación por parte de los desarrolladores, y puede que esto decepcione a los fans del aspecto más gore de la saga, es que los dioses carecían de sangre, debido a que no se alimentaban de comida terrenal, sino de néctar y ambrosía, alimentos mucho más sutiles y dignos de los inmortales. En vez de sangre, por lo tanto, corría por sus venas un icor o fluido transparente y cristalino. Así pues, los incontables litros de sangre divina derramada por el cabreado Kratos son, en realidad, un gran error (cabe el consuelo de pensar que, según algún autor que otro, los dioses sí que poseían glóbulos rojos).
Como último apunte, entrando de nuevo en el terreno de la historia más que en el de la mitología, la arquitectura mostrada tanto en películas como en la saga de God of War presenta a menudo muchos más elementos pertenecientes a la arquitectura romana que a la griega, ya que los griegos no solían utilizar arcos ni bóvedas en sus construcciones sino simple arquitrabe y, que se sepa, tampoco usaban cristal o vidrio para ventanas o vidrieras.
Otro error nacido sin duda de la falta de documentación por parte de los desarrolladores, y puede que esto decepcione a los fans del aspecto más gore de la saga, es que los dioses carecían de sangre, debido a que no se alimentaban de comida terrenal, sino de néctar y ambrosía, alimentos mucho más sutiles y dignos de los inmortales. En vez de sangre, por lo tanto, corría por sus venas un icor o fluido transparente y cristalino. Así pues, los incontables litros de sangre divina derramada por el cabreado Kratos son, en realidad, un gran error (cabe el consuelo de pensar que, según algún autor que otro, los dioses sí que poseían glóbulos rojos).
Como último apunte, entrando de nuevo en el terreno de la historia más que en el de la mitología, la arquitectura mostrada tanto en películas como en la saga de God of War presenta a menudo muchos más elementos pertenecientes a la arquitectura romana que a la griega, ya que los griegos no solían utilizar arcos ni bóvedas en sus construcciones sino simple arquitrabe y, que se sepa, tampoco usaban cristal o vidrio para ventanas o vidrieras.
Copia romana de un busto de Hades
del siglo V a.C. Sin cuernos ni fuego.
Teniendo todo esto en cuenta, y obviando las licencias artísticas de los
desarrolladores y errores menores como, por ejemplo, el cabello negro de “la
rubia Perséfone” y un Teseo de mayor edad que Perseo (el cual es, de hecho, su lejano
antepasado) resulta evidente que la saga de God
of War aprueba el apartado mitológico con un suficiente más bien raspadito.
No obstante, a pesar de sus abundantes incongruencias y anacronismos, de algún
modo, la historia de God of War posee
un encanto lo suficientemente grande como para hacernos olvidar de buena gana
todos estos detalles y sumergirnos durante horas en un agradable y
aparentemente consistente universo de fantasía. Después de todo, los propios
mitos presentan a menudo numerosas contradicciones entre ellos. Pero eso sí,
sería de agradecer que, en un futuro, y para variar, cualquier historia basada
en la mitología griega respetara un poco más los auténticos mitos y no se
basara, como siempre, en estereotipos y concepciones erróneas. La Wikipedia
está al alcance de todos.
Woooow! Sigue escribiendo así y enhorabuena por el post!! Me encanta!!
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